No somos lo qué comemos, somos cómo comemos
Llega la adolescencia y con ella llegan los cambios. Se entra en un nuevo mundo en el que todo está cambiando. Hay un nuevo entorno social, los propios cuerpo están pasando por la pubertad y el roll que se debe interpretar está aún en suspenso, a la espera de que se lo encasille bajo una nueva etiqueta. La época perfecta para entrar en crisis.
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¿Y cómo no sería así? Si justo en el momento más delicado, cuando la persona está intentando encontrar su lugar en la sociedad, se le bombardea la cabeza con el marketing de moda, de las industrias alimentarias y con frases vacías como: Somos lo qué comemos, el mejor tormento para alguien que está intentando encontrar su identidad.
¿A qué nos ha llevado esto? A muchos de nosotros nos ha llevado a pasar varios años obsesionados con nuestro cuerpo, con lo qué comemos y con lo qué seremos después de todo eso. A mí me ha tomado mucho tiempo entender que no era lo que ponía en mi plato y que no iba a ser más o mejor por lo que veía en el espejo. Pero como la adolescencia sigue existiendo y con ella las inseguridades y la necesidad de encajar, la industria alimentaria sigue haciendo de ella un mercado.
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Pero más allá de los beneficios que pueda traer consigo esta dieta, la idea de pasar siete días comiendo una sopa para adelgazar y luego volver a la dieta anterior no tiene mucha coherencia, se terminará volviendo un circulo vicioso de engordar y adelgazar que debilita aún más la autoestima de la persona.
Otra dieta muy conocida es el ayuno intermitente o intermittent fasting, muy bien explicado en el diario CNN o Eldiario.es. Esta dieta se basa en la idea de que el ayuno genera varias reacciones en nuestro cuerpo, como acelerar el metabolismo, quemar grasas y ayuda a ralentizar el envejecimiento.
Muchos estudios han demostrado la eficacia del ayuno, como el que se ve reflejado en un articulo del diario El País, en el que varios científicos investigaron en Madrid los efectos del ayuno. Y, aunque en los estudios, el ayuno haya salido bien parado, y los creadores de esta dieta se apoyen en la idea de que nuestros ancestros en la Prehistoria podían pasar varios días antes de encontrar algo para comer, por lo cual, el ayuno es algo natural, podríamos preguntarnos, ¿Es un método conveniente y saludable para la sociedad de hoy en día? Tal vez lo era para aquellos humanos que tenían que cazar para comer y que poco se preocupaban por cómo se vestían o lo qué otros podían llegar a pensar, pero no creo que lo sea para una sociedad más avanzada y compleja emocionalmente como la nuestra.
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Además, esta dieta nos dice que no importa lo qué comas sino que comas en los momentos aptos para hacerlo. La consecuencia más lógica de esto será que cuanta más tiempo pase más hambriento se llegará al momento de comer y se comerá de una manera más ansiosa y sin pararse a pensar en lo qué se está comiendo. Entonces, ese nerviosismo en el momento de la comida, típico de un perfil bulímico, como explica en su página web ALUBA, se volverá algo regular y asociado con la comida, sacándole todos los valores culturales y de comunidad que pueda tener. Porque el momento de la comida no es sólo para alimentarse, sino que también es un medio cultural para unirse con los demás.
Y también, con todas estas dietas y métodos de adelgazamiento, el aspecto cultural y comunitario de la comida se ve amenazado, desplazado o hasta como un enemigo, como se puede ver en un artículo de La Vanguardia que explica la dieta detox en el que se lee lo siguiente: "La obligación de socializar y participar en eventos familiares en los que se impone beber y comer en exceso y se pierde el control de decidir personalmente qué alimentos consumir nos empuja a dejar de lado por unos días el seguimiento de la alimentación".
Yo me di cuenta que tenía que dejar de obsesionarme tanto por lo qué comía o el ejercicio que hacía cuando empecé a tener pensamientos como los que explica la autora de ese artículo de La Vanguardia.
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Porque la verdadera vida sana se alcanza cuando se dejan atrás las obsesiones, cuando no se come calculando cada caloría o metiéndose a la boca cualquier cosa sin pensarlo antes, no, la vida sana llega cuando se come como una persona equilibrada que no necesita artimañas raras para verse en el espejo y sonreírse a sí misma.
No pensemos tanto qué comemos, sino cómo lo comemos.
Agradezco enormemente la nota que, entre paréntesis, me parece excelente, clara y concreta. El problema de los trastornos alimenticios sigue permaneciendo oculto; es una triste realidad que necesita ser revelada a la sociedad y sobre todo a los padres, ya que, si estamos bien informados, podremos transmitirlo a nuestros hijos desde una edad temprana y adecuada, como para generar en ellos las herramientas necesarias para que afronten estos temas. Muchas gracias!
ResponderEliminarGracias! Yo también creo que debe hablarse más de este tema, y, sobre todo, tener una buena conducta alimentaria!
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